lunes, 22 de noviembre de 2010

Cuando todo es grande y lo ves pequeño.


Demasiado bonito para ser verdad, demasiado real para creerlo. Un sueño, despertar y verme allí sola, con toda esa enorme casa para mi. No me lo creía, todo era demasiado surrealista, quería verlo, tenerlo presente, tocarlo, sentirlo, abrazarlo. 

Pero allí me encontraba, en una cárcel de cristal, en un escalera de caracol, sumida en un tornado de emociones, de pensamientos derrotistas que me sumían en la más profunda de las meditaciones. No quería seguir así pero debía meditar, debía pensar que todo aquello me iba grande pero era demasiado ingenua. 
Un cuento de hadas, ¿existen? Sí. 
Por eso pensar que estaba allí por unas cuantas horas más me destruía, me hacía sentir sola, abandonada pero en un sueño. Demasiada casa para mi, demasiada cárcel de cristal para mi. Veía las hojas de los árboles caerse, veía el lago al fondo tan calmado que parecía una postal, veía los más grandes sauces que jamás vi. Veía la vegetación, ardillas y conejos, tenía muchas cosas que hacer pero simplemente lo echaba de menos. 
Nada de aquello me servía, una pantalla plana de no se cuantas pulgadas, vídeos, películas, flora, fauna e infinidad de libros de amor. Pues no tenía ganas de hacer nada, el tiempo se pasaba lento, la calma me desesperaba y mis ganas de verle aumentaban 

Aquella casa era y es el reflejo de mi misma, me quise dar cuenta cuando era tarde. Entre tantos libros, entre tanta poesía, entre tantos vídeos. Miraba a través de la ventana y veía una casa envuelta en la naturaleza del bosque con la mejor de las intenciones. 

Aquellos ventanales eran mi perdición. 

Era mimetismo, era simetría en su estado más puro, pero yo me sentía sola, me sentía triste y decaída. 
Debía esperarte pero cada minuto que veía que pasaba en aquél maravilloso reloj de pared me moría entre los muros. Las pinturas, los óleos más hermosos que jamás había visto, el vestido que encontré en uno de los infinitos cuartos que había, en uno de los armarios más grande que jamás había. 
Me encontré sola en esa casa de techos altos, buena apariencia y frío interior. 
Mis pensamientos vagaban en voz alta a través de la casa, me sentía desnuda, atraída al desdén de la lentitud. Atraída al desdén y la dejadez con la que pasaba el tiempo. 

Dos botellas de vino que ya había disfrutado.
Una tele que había encendido y apagado unas 15 veces.
Un armario, una nevera que habían sufrido mi desorden. 

Tus actos son el reflejo de tu estado mental. Aquello estaba todo manga por hombro desde que había llegado. Qué pensar me queda? Qué hacer me queda?
Me limité a vagar en aquella fría casa sola, impertérrita y perpleja ante aquella situación. 
Siempre me queda quejarme de la arquitectura o salir fuera y sentir el frío otoño asomarse cada vez más

El reflejo, mi reflejo, la esperanza, mi esperanza. 

1 comentario:

VanBasten8 dijo...

Interesante y retorcido... me gusta =) Me gustaría saber más de ti

Un saludo