lunes, 24 de mayo de 2010

Nadia y el error


No sabe qué hacer. Me llama, me dice que le de consejo, que decida por ella, me expone todos sus puntos de vista, lo que le pide el corazón y lo que le pide la razón, me dice que necesita orientación. Está perdida, se va, huye, se hunde, no sabe qué pensar no aguanta más en una situación así. Quiere saber qué es lo correcto, quiere saber lo que debe hacer. Pero no es lo correcto siempre lo mejor que se debe hacer, a veces debemos seguir al corazón aunque este nos lleve por el mal camino pero luego siempre recordaremos que arriesgamos y que fuimos valientes y eso nos compensa.

Una semana se quedó sola en su casa, estudiando para exámenes, Alberto estaba en su pueblo y no podía ir a verla porque Nadia le dijo que necesitaba concentrarse y aprobar.

Una de esas tardes Luis llamó a Nadia como hace todos los días desde que volvió a hablar con ella, todos los días que Nadia no este con Alberto. Le dijo que la amaba que la quería que no pasa un día sin arrepentirse de haberla apartado de su vida, lo de siempre. Esta vez sonaba frío, duro, convincente. Le dijo voy a tu casa porque notó en la voz de Nadia que bajaba la guardia, que se dejaba llevar por las palabras y por la situación. Ella se negó, no vengas le dijo dos, tres y quinientas veces más durante 5 minutos, pero esta vez era diferente. El diciéndole fríamente y sereno esta será la última oportunidad que te daré si quieres que vaya no me digas nada y si realmente en tu corazón no me quieres ahí dímelo.
Y Nadia se calló, se guardó las palabras para ella. Cuando recuperó la cordura era demasiado tarde. No. Dice que no. Se repite a si misma que no, no haré nada que no quiera, no me dejaré llevar no puedo bajar la guardia. Si viene hablaremos, nada más.

Sonó el timbre y ahí estaba Luis con una azucena, cuyo significado solo es una historia bastante larga de contar y aburrida, mirándole fijamente con su mejor camisa, su mejor perfume, su mejor de las sonrisas, su mejor peinado y su mejor intención. Y allí está Nadia al otro lado de la puerta con un boli bic que le sujeta el pelo, con mechones que le cruzan la cara y le llegan al pecho, con un pijama bastante viejo y usado que solo se pone cuando estudia. No le dio tiempo a arreglarse y de todas maneras no puso entusiasmo tampoco ya que no quería dar una imagen errónea de ella misma ni falsas esperanzas. Pero a Luis de esa forma en la que ella estaba le gustaba, Luis que soñaba con ella cada noche, que una sola llamada le valía para seguir esperanzado, que con solo verla por la calle y rozar su mano con ella le llenaba el corazón, verla allí de aquella manera tan natural, tan sencilla era su sueño hecho realidad.
La situación era incómoda, pero normal ya que no podían exigirse mucho el uno al otro. Nadia a cada instante pensaba en Alberto y Luis a cada segundo la miraba y la contemplaba como si fuera un regalo.
Comenzaron a hablar normalmente sobre banalidades, el tiempo, el día que hizo hoy, etc. Pero no tardaron mucho en recuperar las charlas que continuamente tenían por móvil, tuenti, messenger, etc. Se acercó lentamente hacia ella y cada segundo se acercaba algo más que antes, ella tenía miedo, pero no de lo que Luis le podía hacer o decir sino de lo que ella podía hacer.

Ella presume siempre de ser educada, razonable, responsable y adulta, nunca conoció ésta valentía de la que debía tener para arriesgarse a lo nuevo e incierto pero si tiene la educación para quedarse con lo que ya conoce y no le resulta novedoso e incierto. Por eso ahora se encuentra constantemente en un debate interior entre lo nuevo, incierto y arriesgado.

Luis se acercó hasta que solo olía su perfume, estaba seguro que debía poner todas sus cartas sobre la mesa, todas sus armas de hombre pero no debía besarla hasta que no fuera el momento exacto. Cuando vio que ella temblaba y sudaba fue el momento y la besó, mientras la agarraba fuerte por la espalda y la cintura, no quería soltarla. Nadia no se creía aquello, le pilló por sorpresa aunque sabía exactamente que eso tenía que pasar. Se dejó besar y se dio cuenta de lo que realmente quería.

1 comentario:

Mandarina López dijo...

Casi siempre vence la tentación. O bueno, somos nosotros quien queremos que venza ;)