sábado, 23 de octubre de 2010

La estación y el viajero.

En una estación se dan lugar muchas personas, personas que llegan, que se van, que esperan a alguien que viene, que despiden a alguien que se va.

Ir  a una estación de metro no siempre debe suponer pasarlo mal. No siempre nos debemos guiar por aquello que es insustancial, por aquello que no perdura en el tiempo y en algún momento diremos adiós.

El adiós significa el cierre de algo y el comienzo de otro algo. Pensamos en la ida, pensamos que se va, vamos a despedir a alguien en la estación que emprende un camino para bien o para mal y cuando lo hemos despedido al momento pensamos en el regreso, en encontrarnos en ese mismo lugar, otro día distinto, en otra fecha distinta y puede que en otra hora distinta.
La persona que se va piensa que es duro pero que algo nuevo comienza, tiene miedo ante la novedad, ante no saber desenvolverse, tiene miedo del qué pasará, del mañana, de la incertidumbre, del no saber qué hacer. Pero esos miedos se vuelven a medida que está sentado en su asiento más pequeños.
Los barullos de la gente al pasar, los tropezones, pisotones, empujones, palabras mal sonantes que recibes cuando la estación está repleta de gente que viene y va. Gente triste o alegre por irse y gente triste o alegre por venir.

Una estación es también un punto de encuentro para muchas personas, un punto de encuentro de amantes, de parejas, de viejos amigos, de mejores amigos, de familiares, de tu pasado y de tu futuro. Una estación que ha tenido mucho afluente de gente es una estación con historia, con vida en sus paredes.

Las reacciones que en mi cuerpo se producen cuando observo en las horas punta como la gente sale del tren con maletas, bolsos, maletines, mochilas y un sin fin de enseres como se puede denotar por la cara o el aspecto de cada uno si es agradable o no, si va o si viene. Es mucho tiempo aprendiendo a observar, es mucho tiempo observándolo todo de una forma más peculiar, más incisiva.

Las estaciones de metro me producen nostalgia, me producen ternura y a la vez tristeza, las estaciones de metro esconden historias antiguas, que nos sorprenderían a muchos. Antes que los coches y antes que los aviones, las estaciones de metro son míticas y encierran muchos sentimientos, muchas reacciones, muchas sensaciones porque al fin y al cabo son sentimientos, puede que no recordemos la estructura a la perfección de una estación porque siempre se nos olvidará algo ya que fuimos con unas emociones que distaban de la realidad que abstraían de la realidad y no te podías fijar en muchas cosas.
Han pasado desapercibidas en el tiempo, han pasado por alto, han sufrido muchos terremotos, caídas de puentes, lluvias, truenos y aún así siempre llegando a su destino, siempre saliendo a la hora.

"Pasajeros suban al tren con destino desconocido"


Y así se reúnen historias, y así se crean lazos y así nos damos cuenta de lo que tenemos y perdemos o recuperamos y tuvimos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola como estas??? tienes premio en mi blog!!!

Pilar Abalorios dijo...

En cada estación nos dejamos algo, dejamos a alguien y nos quedamos un poco, atrapados en ese instante esperando que se abran las puertas, aún aquí pero ya lejos. Cada paso nos acerca a un futuro al que quizás no acudiríamos si emprendiéramos solos el camino.

Pilar Abalorios dijo...

En cada estación nos dejamos algo, dejamos a alguien y nos quedamos un poco, atrapados en ese instante esperando que se abran las puertas, aún aquí pero ya lejos. Cada paso nos acerca a un futuro al que quizás no acudiríamos si emprendiéramos solos el camino.