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El comienzo de toda historia de amor es especial. El comienzo lo recuerdan todas las personas como algo inesperado, algo bonito y que aunque tengas 30 años te vuelve al año en que tenías 15 y te ilusionabas con todo.

El comienzo es cuando te conectas corriendo para ver si está conectado y hablarle inmediatamente, cuando esperas ansiando un toque o un mensaje al móvil, cuando suena el móvil vas corriendo a cogerlo por si es él y cuando es publicidad los maldices a todas las compañías existentes. Cuando lo ves y si te dice algo bonito piensas que el día te ha salido redondo, cuando te dice algo y te pones sonrojada, o con una cara de tonta ilusionada que no te la quita ni una buena bronca de nadie, es como una anestesia permanente que dura algunos meses.

El comienzo, cuando a las tantas de la madrugada te pones a dar vueltas en la cama y pensar en el. De vez en cuando sueltas un sonrisa malévola y otra más picante. Eso es el comienzo, cuando te ilusionas, cuando te despiertas pensando en si lo verás o no, cuando te despiertas feliz de la vida y del día a día.

El comienzo también está explicado científicamente pero claro todos tenemos diferentes formas de pensar en el comienzo o de vivirlo dependiendo del tipo de persona que seamos y del carácter que tengamos.

Hago esta entrada dedicada a todas las amigas que hemos tenido que aguantar a otras que se pasan el día suplicando y cuando me llamará y cuando hablaré con él, etc. Haciendo especulaciones de las citas que tendrán, de los regalos que le darán. En fin siempre nos hartamos pero se nos olvida que esas amigas están ahí cuando nos pasa en primera persona.

Tenemos las hormonas revolucionadas y cualquier gesto es bueno para alimentar nuestras esperanzas. Esperemos que el buen comienzo signifique siempre un bonito final.